Coincidí con Alfonso Jiménez -muy conocido en el mundo de los RRHH- en la presentación de Consejos III (Ed. Punto Rojo) el pasado 20 de marzo en el Colegio de Economistas de Madrid. Precisamente, es coautor, junto a Salvador Torres, del artículo “Tengo un Senior cerca” que se incluye en Consejos. Ambos son socios de Exec Avenue. Amablemente, me regaló el último título que ha escrito él, fruto de su gran experiencia: La segunda carrera. Todo lo que un directivo puede hacer tras finalizar su etapa ejecutiva. (Ed. Almuzara). Me pidió también mi opinión, no solo por mi propia experiencia en la materia, sino porque siempre me he pronunciado contra el edadismo y la perdida de talento que supone.
He leído el libro con mucho interés y una facilidad que se agradece, ya que está muy bien escrito y es muy didáctico. Digo esto, porque, a menudo, se teoriza de manera poco realista sobre las opciones tras la salida de una empresa, como si una buena carrera abriera, automáticamente, mil posibilidades de futuro. En ese sentido, el autor se inclina más porque el directivo tenga siempre en el horizonte mental la interrupción de su trayectoria, no como amenaza, sino como previsión.
Sea voluntaria, forzada por circunstancias o como colofón laboral, haber realizado el ejercicio de pensar en un plan B puede convertir esa salida en el punto de partida de una segunda (y exitosa) carrera profesional o en una etapa en la que el ejecutivo encontrará alicientes vitales y un nuevo compromiso social a partir de la experiencia adquirida. Me viene a la mente el salto que realizó un politólogo en la crisis del 2008: decidió darle una vuelta a todo y dedicarse a una pasión secreta, la restauración de muebles. Se formó para profesionalizarse y triunfó, tanto en el plano personal como en lograr un buen medio de vida.Pero, para llegar hasta ahí, tuvo que haber pensado en ello más de una vez, además de tener la audacia de abandonar lo conocido.
Alfonso Jiménez otorga mucha importancia a la red de contactos para iniciar esa segunda carrera, pero hay que estar muy ágil para mantenerlos vivos y enriquecerlos ya que el mercado se renueva rápidamente. Mucho del reconocimiento conseguido se apoya en los méritos, desde luego, pero también es consustancial al cargo, de ahí la necesidad de una cierta alerta y no dar nunca nada por sentado.
Dentro de ese plan B, el primer paso, evidentemente, es el autoconocimiento. El profesional tiene que ver qué puede aportar en el momento de la salida y si le conviene aprender algo nuevo y complementario para actualizar su formación. En cualquier caso, el senior parte con cuatro activos: conocimiento de temas; experiencias vividas; marca personal y la señalada red de contactos.
El autor insiste en la importancia de la marca personal, que se va construyendo y que se traduce en una mayor o menor notoriedad, facilitadora de proyectos. Cuando sales al mercado tienes que venderte y seguir, además, desarrollando la marca, y, en mi opinión, ya sin la protección de la tarjeta de empresa.Esto es importante, porque si la salida de la posición directiva se produce con más de 55 años, no se deberían poner demasiadas esperanzas en encontrar, al menos en nuestro país, un nuevo proyecto ejecutivo similar al anterior.
El directivo tiene que valorar sus alternativas en función de tres variables: el riesgo que quiere asumir, la dedicación que quiere tener y, muy importante, su situación financiera, tanto en términos patrimoniales como de necesidades de renta para la nueva etapa. Hoy, las carreras directivas suelen ser más cortas en las empresas, lo que, llegado el caso, implica indemnizaciones menores que en el pasado. Por eso conviene -y mejor antes que después-, analizar las cifras y asesorarse porque, aunque se hayan manejado presupuestos, no todo el mundo tiene preparación financiera para su “plan de negocio” personal.
Tengo que señalar que Alfonso Jiménez -como Salvador Torres- trabajan en una compañía donde se hace mentoring de la segunda carrera y son buenos expertos en impulsar la reinvención profesional con una perspectiva fresca y visionaria. En este sentido, el libro me parece una fuente de conocimiento y de inspiración práctica, como cuando se anima a plantearse los primeros proyectos con un nivel de exigencia razonable, sin utopías ni ego, porque luego ya habrá opciones de mejorar la paleta.
Con frecuencia, el senior aspira a ocupar un puesto de consejero o a integrarse en otro órgano de consulta donde pueda dar salida a su experiencia. Y volvemos a la previsión: se tiene que haber trabajado un terreno previamente, o al menos examinado, para encaminar los pasos. Y volvemos al autoconocimiento: no todos los ejecutivos son buenos consejeros, porque como tales, valoran y aprueban, pero no pueden actuar ni interferir. Si, con todo, es una opción posible, deben contar con la formación complementaria en Buen Gobierno y saber que asumen riesgos legales, reputacionales y patrimoniales.
Formar parte de un consejo asesor es interesante, porque se trata de un órgano muy flexible, informal y no regulado. Sirven de apoyo al gobierno o dirección de las organizaciones, donde los seniors con conocimientos específicos de un mercado son muy bien venidos… O serlo en un futuro, porque todavía no está muy desarrollada esta salida en España y aún resulta un poco aleatoria.
La vía de los Senior Advisors es atractiva. Son profesionales que quieren seguir activos y ofrecen lo que saben para determinados proyectos a una o varias sociedades, a tiempo parcial y sin exclusividad. Es una opción muy interesante para una segunda carrera. En este sentido, tengo que añadir que su servicio es muy positivo para las cúpulas empresariales o áreas de negocio específicas, entre otras cosas por su juicio independiente rompe la peligrosa visión de túnel que se puede instalar en una empresa y trae aire nuevo. Por cierto, los Senior Advisors del norte de Europa tienen de media siete años más que los del sur, lo que implica, en mi opinión, que nos llevan delantera en el aprovechamiento del talento.
Dentro del ámbito asesor, el libro plantea otras opciones, como la colaboración con el ecosistema de fondos, el Intern Management o la función de Business Angels -que requiere patrimonio disponible-, además de la asesoría a start ups donde la recompensa no suele ser monetaria, pero sí en acciones. Es muy gratificante en más de un sentido.
La segunda carrera puede tener un enfoque emprendedor: uno de cada cuatro senior se lanza a montar su propia empresa, frente a tres de cada cuatro trabajadores por cuenta ajena. Ser ejecutivo no es lo mismo que ser empresario, pero si se tienen cualidades (otra vez el autoconocimiento), los proyectos que salen adelante se mantienen más allá de los setenta años largos del emprendedor.
La actividad docente se convierte en segunda carrera si se ha ejercido de una forma u otra durante la etapa ejecutiva. Las universidades y centros privados se interesan por los perfiles ejecutivos más relacionados con el día a día de la gestión y la empresa y es cuestión de analizar las propias posibilidades.
Fundaciones, asociaciones y ongs también se interesan por quienes han llevado o colaborado con proyectos de impacto conocido. Haber estado en contacto con ellas antes de la salida de la empresa es una buena fuente de contactos y de posibilidades, porque son instituciones que necesitan rendimiento desde el primer día y no pueden aceptar -sin que alguien les avale- personas sin experiencia útil en el campo en el que operen.
Hoy que reconocer también las posibilidades de convertirse en Gurú/Influencer, aunque eso exige habilidades comunicativas importantes. Las habilidades tecnológicas también cuentan, pero es relativamente sencillo dominarlas. Las cosas se aceleran cuando se tiene éxito con algún libro o Podcast. Para los libros y conferencias suele necesitarse una editorial o una agencia que mueva las cosas, al menos en principio.
La segunda carrera… es libro que nunca sería pronto para leer, cuando se ha comenzado la trayectoria en una empresa. Me parece, además, un buen punto de partida para muchas reflexiones sobre cómo enfocamos la vida laboral -sobre todo en nuestro país-, cómo valoramos el talento, cómo lo cultivamos, como nos cuidamos -la idea de la salud es muy interesante- y cómo podemos dar un vuelco a la vida profesional, tanto si es por voluntad propia como forzados por las circunstancias. Un vuelco positivo y con frecuencia de éxito.